Divulgación Científica

Ricardo Nava Olivares*

El 1 de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC o NAFTA). Si bien es cierto ha habido un aumento importante en exportaciones e importaciones, también lo es que más del 50 por ciento de la población mexicana está en la pobreza, el mercado interno está diluido y el sueño de convertirnos en un país desarrollado promovido por la tecnocracia nunca se alcanzó con el TLC. Pese a lo que se diga, nuestra relación, sobre todo con Estados Unidos y en menor medida con Canadá, es asimétrica. Más comercio internacional, más pobreza, ¿Qué del TLC se va a modernizar?

Desde el inicio de las negociaciones en el año 1990 y hasta su firma en diciembre de 1992, el Tratado de Libre Comercio fue un tema álgido en la agenda nacional, sobre todo por la polarización que generó entre los mexicanos. El tratado representó la cereza del pastel de las políticas de ajuste estructural promovidas e implementadas en la segunda mitad de la década de los ochenta, éstas que fueron impuestas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco de Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, en buena medida reflejadas en el famoso Consenso de Washington (1989), 10 recetas para liberalizar la economía y fomentar por ende el libre comercio y el libre mercado. Las medidas modificaron la política económica, fiscal, monetaria y social, fueron por decir lo menos el entierro del modelo de desarrollo que se había tejido en México desde la mitad del siglo pasado. Nuestro país incorporó de forma importante las políticas macroeconómicas que siguen vigentes en el siglo XXI denominado modelo neoliberal.

El tratado en definitiva acabó con el mercado interno, rompiendo las endebles cadenas productivas en los tres sectores de la actividad económica, mantuvimos nuestra dependencia en el petróleo y aumentamos nuestros ingreso por la exportación de mano de obra barata a los Estados Unidos y las remesas se convirtieron lamentablemente en una de las principales fuentes de riqueza para México. De hecho, en varias ramas pasamos de ser productores a dependientes del exterior. El caso de la leche, el maíz, la harina, la gasolina son ejemplos notables del deterioro, crisis y fin de muchas de las empresas productoras mexicanas. En efecto, nos integramos a la economía mundial y en particular a la fábrica mundial, pero nos alejamos trágicamente de la industrialización propia, primero a través de la maquila que fue introduciéndose por la frontera norte, luego con la llegada de cientos de empresas transnacionales, hoy estamos plagados de empresas cuyo origen del capital es internacional, el proceso de internacionalización nos ha llevado a ser ensambladores de partes del proceso productivo, pero no es lo único, la apertura comercial ha permitido, con la complicidad del gobierno mexicano, que seamos una economía enclave en el sector financiero, la banca mexicana en realidad no es de capital nacional, la mayoría de los bancos son de grandes empresas extranjeras, cuya utilidad obtenida en nuestro país les permite subsidiar a sus bancas nacionales, las españolas y norteamericanas. En estudios recientes se ha demostrado cómo los bancos instalados en México –que por cierto son de pésima calidad–, generan ganancias extraordinarias tanto por el cobro de la tasa de interés, como por una disminución de los costos de operación, pues los outsorcing han disminuido al extremo los derechos laborales y con ellos se ha derrumbado la estabilidad laboral, no es casual cómo ha ido en aumento la precariedad laboral, hoy en día la mayoría de las empresas contratan personal por la vía del outsorcing, pasa en los bancos e igual ocurre con las franquicias.

En ese sentido el TLC o NAFTA sigue siendo asimétrico, por ejemplo, nunca se avanzó en materia migratoria, el pasaporte de América del norte jamás se ha contemplado, el uso de la moneda única menos, en nivelación salarial se han mantenido los diferenciales salariales –basta un vistazo en salarios de empresas como Waltmart comparados entre México y Estados Unidos–, en materia de ciencia y tecnología las diferencias son abismales, ni siquiera se ha podido igualar el porcentaje del PIB o PNB que se dedica a estos rubros, seguimos como hace más de tres décadas dependiendo de los vaivenes del precio internacional del oro negro, a ello se ha sumado nuestra dependencia en las remesas de la migración.

Por si fuera poco, al concentrar nuestra red comercial con Estados Unidos, en más de un 80 por ciento, descuidamos nuestra relación con Centroamérica, Sudamérica, Europa y Asia, aunque en el caso de China y los países que en su momento fueron conocidos como el tigre asiático hemos sido amplios receptores de empresas y productos, la industria del juguete es básicamente de importación, la nuestra desapareció por completo, nos ocurre igual en electrónica, celulares, computadoras, automóviles, etc.

Pese a ello, los tecnócratas no reconocerán las deudas que tiene el TLC con México y su población, irán a Washington a rogar mantener un tratado desigual, por el miedo de comprobar que el libre mercado y el comercio internacional, al llevarlo al extremo, acabó con nuestra economía. Entre tanto, cientos de mexicanos vibraron hasta el éxtasis con el Buen Fin, la temporada navideña apenas empieza, veamos que ocurre en la cuesta de enero. Ver para creer.

*Coordinador General del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Desarrollo Regional, de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.

"Las deudas del TLC"
Ricardo nava Olivares
Artículo publicado en:
La Jornada de Oriente 22-11-2016