Divulgación Científica

Jaime Ornelas Delgado*

“Intenté, y sigo intentando, asumir mi incapacidad de ser neutral y mi incapacidad de ser objetivo, quizá porque me niego a convertirme en objeto, indiferente a las pasiones humanas.” Eduardo Galeano.

El neoliberalismo es la modalidad actual del desarrollo capitalista, modo de producción basado en la propiedad privada sobre los medios de producción, trabajo alienado y hegemonía de una clase social sobre la sociedad. Esto significa que el neoliberalismo no es sólo una teoría económica, sino un modelo civilizatorio que sintetiza los valores de la moderna sociedad liberal, de manera que la sola crítica de los aspectos económicos del neoliberalismo resulta insuficiente para presentar alternativas a sus propuestas, pues la economía es parte de la cosmovisión liberal. En pocas palabras: las alternativas al neoliberalismo no pueden basarse sólo en otra propuesta económica, sino en otras provenientes del ámbito cultural y político.

El neoliberalismo entonces, debe ser comprendido como un discurso hegemónico del actual período histórico del capitalismo, caracterizado por una determinada visión de la sociedad y el individuo, la economía basada en el fundamentalismo del mercado y el mito de la “libre elección”; de la historia como descripción de hechos; el desarrollo que sólo conduce al capitalismo y a la democracia representativa; el conocimiento puesto al servicio exclusivo del capital; el bienestar cuantificable y la naturaleza convertida en objeto de explotación. Todo sustentado en lo que es común a cualquier fase del capitalismo: la propiedad privada, el trabajo convertido en mercancía y la hegemonía de una clase.

Se trata de una visión en la cual el yo se antepone al nosotros y la actividad económica, dominada por el capital financiero, deja de ser social y tiene como propósito único la ganancia (aunque para ello se tengan que producir satisfactores); asimismo, se decreta el fin de “la historia como proceso de transformación social” (Fukuyama, F., El fin de la Historia y el único hombre, Barcelona, 1992, Planeta–Agostini, p. 14) y se enfatiza la inexistencia de la sociedad pues sólo existe el individuo cuya acción determina el acontecer de las instituciones.

En efecto, la idea neoliberal es que la sociedad, los grandes agrupamientos sociales, no definen la realidad histórica, ésta se encuentra determinada por la acción de los individuos. En ese sentido, los pensadores neoliberales siguen a Karl Popper, quien al reivindicar el individualismo metodológico, habla de reconocer:

Los grandes méritos del psicologismo por haber pugnado por el individualismo metodológico, oponiéndose al colectivismo metodológico [y advierte] que todos los fenómenos sociales y, especialmente, el funcionamiento de todas las instituciones sociales, deben ser siempre considerados resultado de las decisiones, acciones, actitudes, etcétera., de los individuos humanos, y […] nunca debemos conformarnos con las explicaciones elaboradas en función de los llamados “colectivos” (estados, naciones, razas, etcétera). (Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Madrid, 1981, Paidos, p. 283.)

Asimismo, el progreso se identifica con el desarrollo continuo y éste con el crecimiento económico sostenido, sin detenerse a considerar los impactos que sobre la naturaleza pudiera traer el aumento irracional e ilimitado de la producción para satisfacer la demanda, casi obscena de bienes suntuarios, concentrada en un pequeña parte de la población (“El uno por ciento  de la población tiene lo que el 99 por ciento necesita”, Stiglitz díxit) y el bienestar lo determina la cantidad de objetos acumulados, con lo cual los ciudadanos devienen consumidores uniformes que confunden necesidades con deseos y la validez del conocimiento está determinada, exclusivamente, por su vinculación al proceso de producción y obtención de ganancia: “La tecnología, reseña Fukuyama, hace posible la acumulación ilimitada de riqueza y con ello la satisfacción de una serie siempre en aumento de deseos humanos. Este proceso garantiza una enorme homogeneización de todas las sociedades humanas, independiente de sus orígenes o de su herencia cultural” (Fukuyama, ob, cit., p. 15). Finalmente, el neoliberalismo se propone convertir a la naturaleza en mercancía, es decir, en objeto de apropiación privada en la medida que es requerida por el capital para someterla a procesos de transformación en busca de ganancia. La visión liberal se complementa con propuestas como el fin de las “grandes formulaciones teóricas”, arguyendo su incapacidad para explicar la realidad actual; las “utopías han fracasado”, se dice, y se cancela cualquier posibilidad de cambio.

Al quedar la sociedad reducida a la “parte sin partes” –el individuo–, carece de sentido hablar de relaciones sociales, de su estudio y, mucho menos, de cambio social, pues lo que cambia son los individuos, cambio interno necesario para resolver su “crisis”.

De esta manera, el pensamiento neoliberal se limita al estudio positivo de las cosas, eludiendo el examen de las relaciones sociales, al tiempo de rechazar la totalidad concreta como una categoría científica que da cuenta de la actividad unificante que organiza, articula y estructura la vida social en periodos históricos determinados. Para el positivismo neoliberal, la realidad solamente existe en sus partes y la sociedad en los individuos.

Universidad y neoliberalismo

La visión del mundo neoliberal expuesta, requiere ser legitimada teóricamente, al menos mediante un discurso creíble, cuyo propósito es naturalizar las formas de vida basadas en la propiedad privada sobre los medios de producción, el trabajo alienado y la dominación de clase convertida en hegemonía cultural y política.

Tradicionalmente, las universidades públicas latinoamericanas han tenido como funciones sustantivas la docencia (transmisión del conocimiento), la investigación (producción del conocimiento) y la extensión (difusión del conocimiento).

¿Qué ocurrió con las universidades públicas a la llegada del neoliberalismo?

Lo primero fue sugerir que estas instituciones están al margen del conflicto social y, luego para eliminar el pensamiento crítico, se impusieron al conocimiento y la investigación sociales categorías provenientes de las ciencias naturales como “objetividad” y “universalidad”.

La objetividad, según el positivismo, no depende del sujeto que conoce sino de la lógica de la razón, es decir, del método que se sigue. De ahí, que en buena parte de las universidades públicas se dé mayor importancia al metodologismo y a la investigación aplicada a la solución de problemas concretos de la producción o la administración pública y privada que a la enseñanza y la producción teórica. (Lander, E. “Universidad y producción de conocimientos”, en Irene Sánchez y Raquel Sosa, América Latina: los desafíos del pensamiento crítico, México, 2004, Siglo XXI/UNAM.)

Segmentada la realidad y creadas las múltiples disciplinas para estudiarla, buscando “métodos científicos estrictos” la tarea esencial fue la formulación de hipótesis para ser probadas con los “datos duros” de la realidad. Se impuso el método hipotético–deductivo, que reduce la investigación a la recopilación de datos y comprobación de hipótesis.

La pretensión de universalidad de la ciencia se basa en la idea de que el conocimiento no depende del lugar ni del tiempo en el que se produce, no es local, ni regional, desprendiéndose, así, del tiempo y el espacio para ser universal, condición que sólo pueden tener las leyes naturales, lo cual les otorga su estatus científico; en cambio, el conocimiento social es histórico, se produce en un tiempo y un espacio determinados y examina relaciones sociales que ni se repiten igual ni se controlan y son impredecibles.

Al considerar a la sociedad como la suma de dimensiones, y no verla como totalidad, la reorganización neoliberal de las universidades públicas en Latinoamérica se produjo en tres dimensiones en apariencia autónomas y escasa relación entre ellas: 1) el mundo de la producción y su administración; 2) el mundo político y del Estado, es decir, el estudio del poder y 3) el mundo de lo social referido a la forma como se construye y mantiene la hegemonía.

Afirmado este modelo de múltiples disciplinas autónomas, el contenido de los programas provino, en buena medida, de las instituciones del Norte y desde entonces, advierte Lander, los universitarios se han preocupado más por la organización administrativa que por la reflexión sobre el contenido de los programas de estudio, de manera que poco se han cuestionado los supuestos epistemológicos coloniales y eurocéntricos a través de los cuales se pretende analizar nuestras sociedades.

A lo largo del siglo XX, las universidades públicas latinoamericanas adoptaron en las ciencias sociales el modelo cientificista estadunidense que privilegia la cuantificación, el individualismo y los contenidos metodológicos, además de suponer la neutralidad y la objetividad del científico, de su quehacer y sus resultados.

Pero hubo un momento de rebelión cuando en las décadas de 1960 y 1970 las universidades públicas latinoamericanas no discutían sobre la inter o la multidisciplina, simplemente se rebasaron los marcos disciplinarios y los debates sobre los cambios sociales y los proyectos alternativos implicaban simultáneamente economía, política, sociología, antropología e historia. Así surgió, por ejemplo, la teoría de la dependencia que desató intensos debates que trascendieron las aulas.

Está llegando el tiempo de constituir la universidad capaz de cuestionar lo que ha sido y comience a pensar “Nuestra América” desde nuestra propia realidad y sustente su quehacer en la idea de la reconstrucción teórica permanente de la realidad concreta (histórica) y contribuir a su transformación, tarea que si bien corresponde a la sociedad las universidades públicas son parte íntima y esencial de ella.

*Doctor en Urbanismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Investigador y profesor del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Desarrollo Regional (CIISDER). Integrante del Cuerpo Académico: Análisis Regional y Estudios Metropolitanos. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II

"Saberes sociales y neoliberalismo"
Jaime Ornelas Delgado
Articulo publicado en:
La Jornada de Oriente 29-04-2016