La población de México tuvo una profunda transformación en el siglo XX. Entre lo más importante se encuentra: la caída en las tasas de crecimiento, el vaciamiento demográfico y la migración generalizada; la transición de ocupaciones agrícolas a una combinación de actividades industriales y terciarias y la permanencia de ingresos mínimos que buscan resolver la sobrevivencia de la mayoría de la población a través de múltiples ocupaciones que permitan la reproducción de las familias. De igual forma el equipamiento de los servicios básicos como la salud, educación y servicios en la vivienda, en la mayoría de las localidades y ciudades del país, mejoraron sustancialmente las condiciones sociales de la vida diaria de los mexicanos. Lo anterior ha generado, en menor o mayor medida, la generalización de los rasgos urbanos en el conjunto de las ciudades del país.
Sin embargo, el crecimiento nacional, a veces tiene ligeros matices cuando se trata de las entidades federativas. En el caso de Tlaxcala, la población estatal presentó un primer periodo que se distingue entre 1895 y 1940 donde el crecimiento fue muy lento, las tasas de crecimiento promedio estuvieron entre 0.65 y 0.87 por ciento; el segundo se ubica entre 1940–1980 durante el proceso de industrialización del país y la industrialización tardía estatal donde se presentan tasas de crecimiento superior al 2 por cieto hasta alcanzar el 3.4 por ciento, y un tercero a partir de los noventa cuando vuelven a disminuir las tasas de crecimiento hasta la fecha.
Los efectos de estos cambios son más visibles a partir de la forma en que la población se distribuye en el territorio, particularmente, si la población se ubica en zonas urbanas o rurales. Durante la década de los treinta la población rural, a nivel nacional, participó con el 66.58 por ciento del total, para la entidad este porcentaje es mayor (72.44 por ciento). A partir de 1960 la población en Tlaxcala disminuyó al 56.11 por ciento del total. En 1970 representó únicamente la mitad de la población, posterior a esa fecha la población rural inicia su disminución relativa respecto al total de la población de la entidad (ver gráfica).
Ante este cambio habría que preguntarse: ¿Y qué implicaciones trae para la población del siglo XXI vivir en zonas urbanas?
Actualmente, la entidad cuenta con 60 municipios, de los cuales las ciudades que articulan al conjunto de los municipios son Tlaxcala–Chiautempan, Apizaco, Huamantla, Calpulalpan y Zacatelco, ciudades que ya eran las más importantes a principios del siglo XX por la cantidad de personas que concentraban y porque entre ellas corrían los caminos que las comunicaban, primero los arrieros y después del ferrocarril fue el automóvil. La jerarquía urbana que se construyó en el siglo pasado, poco se ha modificado en la entidad. Lo mismo pasó con la Ciudad de México, mantuvo su jerarquía sobre otras ciudades como Guadalajara y Monterrey que crecieron con el incremento industrial a partir de la década de los cuarenta hasta los ochenta. Es importante señalar que durante esa década se presentó un dinamismo importante en un grupo de ciudades intermedias, tales como Puebla, Toluca, Querétaro y Cuernavaca.
El crecimiento acelerado, a partir de los años ochenta, de otras ciudades de mayor tamaño, cercanas a Tlaxcala y el crecimiento interno de sus municipios generó primero, el acercamiento físico entre municipios de la entidad y segundo, el acercamiento de los municipios del sur con la ciudad de Puebla, a este proceso se le conoció en su momento como conurbación, por su acercamiento y la contigüidad entre ellas. Proceso que no es exclusivo de Tlaxcala, se dio en todo el país alrededor de las grandes ciudades que se habían formado con la industrialización anterior.
A partir de la década de los noventa y posterior a ésta se refuerza el crecimiento de las ciudades con más de 50 mil habitantes o más, cuya área urbana, funciones y actividades trascienden los límites territoriales del municipio donde originalmente la contuvo e incorporan otros municipios vecinos, con los que forman un ámbito urbano integrado física y funcionalmente. Estas ciudades y su crecimiento dieron como resultado lo que hoy se conoce como zonas metropolitanas.
Sin embargo, cualquier zona metropolitana se fue conformando como una región urbana que engloba a una ciudad central (llamada metrópoli) que da nombre al área y el resto de las ciudades, de menor tamaño, se entrelazan con vías de comunicación que funcionan en relación a las necesidades de la metrópoli(s). Estas ciudades menores pueden funcionar como ciudad dormitorio, como asentamientos comerciales o de servicios. Creando una red de ciudades con distintas funciones.
Para la entidad se han reconocido oficialmente, la Zona Metropolitana Puebla–Tlaxcala donde la ciudad dominante (en muchos sentidos) es Puebla y se enlaza, a través de la carretera Puebla–Santa Ana, Puebla–Zacatelco–Tlaxcala y ahora la carretera “ancha” de cuota, llamada autopista, con la ciudad de Tlaxcala, Chiautempan, Zacatelco y el rosario de pueblos que se interconectan. Esta zona integra 39 municipios de Puebla y Tlaxcala. La otra zona metropolitana reconocida es la de Apizaco–Tlaxcala que incluye 18 municipios, esta última incluye únicamente municipios de la entidad.
Las implicaciones de este tipo de la integración tiene sus problemas: una de ellas es que no todas las localidades están incluidas en los mismos procesos, y este tipo de comunicación no es integrativa (Ramírez, 2010), lo cual sólo beneficia a las metrópolis y a los “corredores” por donde va pasando la carretera. Lo anterior nos lleva a preguntarnos: ¿por qué se hace de esta manera la integración de las localidades y municipios que se encuentran alrededor de las ciudades?
Una posible respuesta la dan Pradilla y Sodi (2006) al mencionar que “la red de infraestructuras permite intensificar los flujos de mercancías, personas, capitales e informaciones en una trama urbana discontinua, pero conectada con la ciudad central. Si el objetivo fundamental es acercarles los recursos a las ciudades entonces no interesa la integración de las demás localidades y municipios, y al hacerlo se hace en función de las necesidades de la ciudad. Los resultados de esto es la consolidación de un número reducido de ciudades: la ciudad central, y algunas otras intermedias y pequeñas conectadas por corredores económicos.
¿Qué implicaciones trae este tipo de estructuración urbana? Desde mi punto de vista permite acercarle, a la ciudad, suficiente mano de obra barata sin necesidad de concentrarlos a todos en su espacio. También facilita el traslado de mercancías industriales y servicios a las localidades que se encuentran en el área de influencia de la ciudad, lo cual amplía su mercado, esto último aumenta las potencialidades económicas para las inversiones del capital tanto industrial como financiero de la ciudad central no de las ciudades pequeñas.
Al mismo tiempo, los que asisten a la ciudad de las localidades aledañas, buscarán en la ciudad central: empleo, y si no lo encuentran, se darán a la tarea de indagar sobre los lugares donde puedan vender mercancía agrícolas o prestar servicios formales o informales, preferentemente en lugares de aglomeración de la ciudad. Después de un tiempo se abastecerán de mercancías básicas y no tan básicas para su consumo individual y familiar, asistirán a los espacios de ocio, en función de su ingreso y preferencias culturales, que la ciudad central ofrece.
Lo anterior genera un conjunto de interacciones materiales y humanas que implican costos de la misma aglomeración como son: contaminación; agua insuficiente para satisfacer las demandas de múltiples sectores; manejo de residuos; tiempos de transportación cada vez mayores; demanda de servicios básicos y seguridad pública, es decir, la ciudad y su red también paga los costos de su mismo crecimiento.
Lo anterior nos lleva a preguntarnos si ¿es posible revertir esta tendencia? Aquí las discusiones se abren: los académicos discutimos desde las categorías para analizar estos espacios hasta las políticas posibles; los políticos se la pasan entre queriendo entender los planteamientos de organismos internacionales y viendo por sus intereses partidistas e individuales, sin contar con un planeamiento para el conjunto urbano del país. Las instituciones gubernamentales atendiendo su parcela de acción debatiéndose entre la gestión de programas establecidos desde la Federación y las metas a alcanzar que se les asignan.
Desde mi punto de vista sería importante distinguir entre los procesos que inciden en el territorio urbano de carácter externo y aquellos resultantes de su propia historia. Ambos están vinculados en diversos niveles e intensidades, lo cual se va a reflejar en la producción del suelo urbano. Hay que revisar la lógica económica de estos espacios y las características sociopolíticas e ideológicas de prefiguración y planeación que deben ser especificadas para la toma de decisiones pertinentes.
El Congreso de la Unión desde 2006 creó un fondo para impulsar el desarrollo de las 59 zonas metropolitanas existentes en el país. En 2008, de los 5 mil 550 millones de pesos, 3 mil 550 millones fueron para la zona metropolitana del Valle de México, le sigue en importancia la de Guadalajara, Monterrey, León y posteriormente la de Puebla–Tlaxcala (con 150 millones). Actualmente el Fondo Metropolitano sigue contando con presupuesto. ¿Los municipios de la entidad, que forman parte de estas dos zonas metropolitanas, saben de su existencia y las condiciones para participar en él? El Centro de Estudios de Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados seguramente sí, ya que este organismo emite las reglas de operación cada año para su administración y la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (Sedatu) también, habrá que acercarse a ellos.
*Académica de Carrera Titular de Tiempo Completo de la Universidad Autónoma de Tlaxcala y miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I.
Articulo publicado en:
"Las implicaciones de la urbanización en Tlaxcala"
Por Celia Hernández Córtes
La Jornada de Oriente 11-03-2016