Adelina Espejel Rodríguez*
El modelo de desarrollo económico actual ha traído como consecuencia una serie de problemas ambientales, tales como la deforestación, contaminación por residuos sólidos, pérdida de suelos, contaminación de mares y océanos, cambio climático y la pérdida de biodiversidad y recursos hídricos, los cuales han afectado gravemente los ecosistemas del planeta.
El estado de Tlaxcala es el más pequeño en extensión territorial de la República mexicana y no queda exento del deterioro ambiental; desde las últimas décadas del siglo XX, ha presentado problemas como la erosión, pérdida de zonas boscosas, contaminación del agua, contaminación por residuos sólidos, contaminación del aire y pérdida de la biodiversidad. Esta situación ha preocupado a los sectores educativos, gubernamentales y no gubernamentales.
Por ejemplo, para el estado de Tlaxcala, en el año 1500, se reportaba un total de 350 mil hectáreas de bosques y, en 1949, únicamente quedaban 108 mil hectáreas, actualmente sólo se reportan 51 mil 709 hectáreas. En la región de La Malinche, de 75 mil hectáreas que había en el año 1500, actualmente se reportan aproximadamente 16 mil hectáreas. Cabe mencionar que los bosques nos proporcionan una serie de beneficios económicos y ecológicos, en relación al primero, nos proveen de: alimentos (frutas, nueces, hojas, raíces, hongos, etc.); forrajes, combustibles, abonos, medicinas, materias primas, plantas, insecticidas, apícolas y ornamentales, madera, resina, leña, carbón, coas y taninos. También son la base de industrias fundamentales, tales como: la papelera, editorial, construcción, derivados de celulosa, mueblera, agroquímica, farmacéutica y la hidroeléctrica, sin dejar de comentar que son ideales para zonas de recreación.
Como reguladores del medio ambiente, han marcado su importancia en la preservación de la vida en el planeta, al evitar la erosión, eliminar el bióxido de carbono y proporcionar oxígeno, evadir el calentamiento de la tierra, regular el régimen de lluvias, favorecer la recarga de los acuíferos, resguardar la biodiversidad de la flora y fauna. Asimismo, son clave importante en la formación de suelos ricos en nutrientes, en la captación de agua de lluvia para favorecer su filtración en el subsuelo y la formación de manantiales y ríos. Son esenciales como abrigo para los cultivos de zonas adyacentes, además de proteger a los microclimas. Las cortinas de árboles preservan construcciones y cultivos.
Otro recurso natural que se ha degradado en el estado de Tlaxcala son los ríos, a tal grado que no contamos con uno que esté limpio y digno de los tlaxcaltecas, cuando éstos son unidades vitales en el planeta, ya que son fuente de desarrollo de las civilizaciones y de vida de una gran diversidad de especies. Son proveedores de agua para los seres vivos, controladores de inundaciones, sequias, mantenimiento de los flujos de sedimento, nutrientes y salinidad, sostén de hábitat para peces, aves y otras formas de vida silvestre; reciben, almacenan y transportan el agua de lluvia. Ayudan a regular el clima y participan en el ciclo del agua, mantienen la fertilidad de los suelos y otorgan estabilidad a los ecosistemas. Los beneficios económicos que proporcionan, se reflejan en el ámbito agrícola e industrial.
Además, son ecosistemas dinámicos, complejos e integradores, con múltiples uniones con otros ecosistemas: longitudinales (conexión río arriba–río abajo), laterales (conexión con la cuenca hidrográfica y vegetación de la ribera) y verticales (conexión con las aguas subterráneas y la precipitación) (Mendoza et al. 2014).
La erosión es otro problema alarmante en el estado de Tlaxcala; desde la década de los noventa, la Secretaría de Desarrollo Social informa sobre la estimación de hectáreas erosionadas por entidad. Tlaxcala ocupa el séptimo lugar, ya que el 93.7 por ciento de sus suelos está afectado en diversos grados. Esta degradación irreversible afecta la productividad de los ecosistemas y acarrea consecuencias sociales, económicas, ecológicas y políticas. Algunos ejemplos son: incremento de pobreza, disminución de recursos naturales, hambre, marginación, migración, baja producción agrícola y pecuaria, entre otros.
Los suelos están compuestos aproximadamente de un 90 por ciento de materia mineral, el resto es materia orgánica (hongos, algas, bacterias y actinobacterias) que tienen como función conservar su fertilidad. Los suelos son esenciales, ya que son la base de los ecosistemas terrestres, filtran al agua a los mantos acuíferos, producen biomasa que sirve de alimento a los seres vivos, es el hábitat de una miríada de especies de plantas y animales y son sustento de las producciones agrícolas y ganaderas.
Uno de los mayores beneficios ecológicos de los suelos es la cantidad de dióxido de carbono (CO2) que retienen. Si el CO2 y otros gases del suelo que emanan de los ciclos biogeoquímicos se emitieran totalmente a la atmósfera, el calentamiento global sería fatal.
Esta pérdida de recursos naturales se debe, en parte, a la falta de políticas y estrategias viables a nuestros contextos socioeconómicos y culturales y a la falta de una educación ambiental en el nivel gubernamental, educativo y familiar. Es imperativo e ineludible contar con nuevas estrategias, proyectos, acciones innovadoras y políticas educativas eficientes, que coadyuven en la mitigación del deterioro ambiental de nuestro país y estado.
Se debe considerar a la educación ambiental en todos los niveles educativos como una herramienta elemental para que la población adquiera conciencia de la importancia de preservar su entorno y que sean capaces de realizar cambios en sus valores, conducta y estilos de vida, así como ampliar sus conocimientos para impulsarlos a la acción, mediante la prevención y mitigación de los problemas existentes y futuros y no sólo incluir contenidos ambientales en los libros de texto.
Para llevar a cabo la educación ambiental en todos los niveles educativos, es necesario que los catedráticos conozcan el proceso para fomentar, activar, desarrollar y despertar la conciencia ambiental de los estudiantes y, de esta manera, se pueda contribuir a mitigar el deterioro ambiental de la escuela–comunidad.
El autor Gomera (2008) menciona cuatro fases para fomentar la conciencia ambiental y de esta manera llegar a la acción de forma voluntaria:
Fase Afectiva (tiene que ver con las emociones), la finalidad de esta etapa es sensibilizar y motivar al estudiante para manejar sus inquietudes de manera constructiva. Debe desafiar la problemática que observa en el medio ambiente y ser conscientes del grave deterioro que ha sufrido, identificando las posibilidades reales de hacer frente a este flagelo, con el propósito de preservar y conservar su entorno inmediato. Además de despertar en estos actores una conciencia crítica para asumir un papel activo en la mitigación del problema.
Las actividades que se recomiendan realizar son: Dinámicas de reflexión en conjunto (catedrático–estudiante) para determinar la realidad ambiental que se vive actualmente, comparándola con el pasado y el futuro. Observar, analizar y describir su ambiente escolar y comunitario, con el objetivo de identificar problemas ambientales, fotografiar el deterioro para mostrar y discutir de forma crítica en grupo. Ver, debatir y reflexionar un documental sobre el agotamiento de los recursos naturales, por ejemplo, Carta 2070.
Fase Cognitiva (noción y desarrollo de capacidades), tiene como propósito que el estudiante obtenga conocimiento e información del deterioro ambiental de su estado, comunidad y escuela. Asimismo, desarrolle aptitudes y competencias para ser crítico, reflexivo, autónomo y colaborativo, a fin de ser capaz de buscar soluciones e innovaciones para la mitigación de problemas ambientales.
Las acciones que se recomiendan llevar a cabo en esta etapa son: Círculos de reflexión para tener un mayor conocimiento ambiental e innovar una investigación sobre acciones viables para mitigar el deterioro ambiental. Proyección de la película “Una verdad incómoda” y hacer un ensayo sobre las causas, consecuencias y soluciones de los problemas ambientales de su estado; ser capaz de diseñar y aplicar programas y proyectos ecológicos escolares y comunitarios.
Fase Conativa (responsabilidad ambiental), el estudiante asume una valoración ambiental para conducirse con compromiso y actitud crítica ante el deterioro de su medio. Fomenta una conciencia cívica y ética en la vida de su comunidad, se plantea la necesidad de que sus acciones sean serias y objetivas para la conservación del ambiente. Las actividades que pueden realizarse en esta fase, son formar un comité ambiental involucrando a directivos, profesores, administrativos y personal de servicio, a fin de llevar a cabo acciones para la conservación y preservación del ambiente. Hacer que los estudiantes actúen como voces ecológicas en su escuela–comunidad, una actividad ya probada y en la que se obtuvieron excelentes resultados.
Fase Activa (interacción y acción voluntaria), en este espacio se debe apreciar e interactuar con la naturaleza para adquirir capacidades y habilidades concretas mediante acciones de mejora del paisaje. Los estudiantes no sólo deben saber valorar sino estar preparados y capacitados para la gestión ambiental. Esto se logra implementando campañas de limpieza, reforestaciones, aplicación de las cinco R ecológicas (reciclar, reducir, recuperar, reusar, rechazar). Llevar a la práctica de forma voluntaria y profesional los programas ambientales y proyectos ecológicos escolares y comunitarios.
Esta forma de aplicar la educación ambiental sirve para que los estudiantes se conviertan en entes capaces de tener conocimientos ambientales, destrezas, habilidades, actitudes y valores, indispensables para extenderse y movilizarse desde las distintas dimensiones cognitiva, afectiva y psicomotora de forma integral y satisfactoria para la conservación y preservación del medio ambiente.
*Investigadora y profesora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Desarrollo Regional (CIISDER).
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I
"Deterioro de los recursos naturales y educación ambiental"
Adelina Espejel Rodríguez
Artículo publicado en:
La Jornada de Oriente 05-08-2016