Divulgación Científica

“¡El problema es que las mujeres no quieren participar!” Esa es una de las frases preferidas de militantes y dirigentes de algunos partidos políticos cuando se les pregunta acerca de las posibles razones de la gran desproporción entre presidentes y presidentas municipales. A nivel nacional no superan el 5 por ciento. Esa respuesta me hace pensar en las cientos de mujeres –por ejemplo en estas épocas electorales– desplegadas por todo el territorio de la entidad promoviendo el voto, tocando puertas, visitando negocios para entregar propaganda de diversos partidos políticos, en las esquinas coreando vivas a sus candidatos(as), convenciendo a las y los automovilistas para portar propaganda en sus vehículos, ¿cómo que no hay mujeres que deseen participar en política? Y si una echa un vistazo en la historia de todos los partidos políticos u organizaciones políticas ligadas o no a los partidos políticos o se detiene en las mujeres que han ocupado cargos como regidoras, síndicas, presidentas municipales o bien que han participado en las administraciones municipales con puestos directivos y apoyando a los presidentes municipales no sólo en las actividades sustantivas de administración sino de gobierno, una se vuelve a preguntar, ¿cómo está eso de que no hay mujeres que deseen participar en política?

Que las mujeres no “quieran” participar es una respuesta muy sintomática en un estado donde las mujeres históricamente, tanto a nivel del trabajo político cotidiano como a nivel de las dirigencias, han tenido un papel destacado. Natalia Teniza Portillo, Beatriz Paredes Rangel y Rosa María Rivera encabezan una larga lista de mujeres que tienen o han tenido un papel fundamental en sus partidos u organizaciones políticas (no se diga el hecho que de tres de las cuatro principales candidaturas al gobierno estatal están encabezadas por mujeres) me parece más bien, que aún hoy en día siguen existiendo serias resistencias al interior de los partidos políticos para promover la plena participación y en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres en los gobiernos municipales (nivel en donde se verifica, en comparación del nivel estatal y federal, la menor presencia de mujeres gobernando).

La inclusión, un asunto de igualdad sustantiva

A principios de los años noventa, en la academia mexicana se empezaron a escribir los primeros trabajos sobre las mujeres gobernando municipios en México (Alejandra Massolo, Dalia Barrera, Magdalena Sam, entre otras). Todos estos estudios documentaron los factores que dificultan (institucionales y subjetivos) que las mujeres se incorporen a los cargos de elección popular. Dichos factores son diversos y abarcan los ámbitos económicos, sociales y culturales más diversos; sin embargo, acá me referiré sólo al más importante dentro del ámbito político: los partidos políticos. Estos institutos políticos se convierten en “el cuello de botella” para la participación de las mujeres en cargos de elección, es decir, es ahí donde las mujeres han encontrado históricamente las barreras más importantes para su participación en los espacios municipales.

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Lo anterior queda claramente establecido en el hecho de que la abrumadora mayoría de las fórmulas para los gobiernos municipales registradas en el actual proceso electoral están encabezadas por hombres. Sólo dos mujeres encabezan el gobierno en 60 municipios de la entidad. Desde el trienio pasado, resultado de la paridad, establecida en nuestra legislación local, las candidaturas, de manera vertical, tienen que ser alternadas entre los sexos. Sin embargo, si bien es cierto esto es un avance, la presencia de un mayor número de mujeres en las sindicaturas se debe a la abrumadora mayoría de hombres encabezando las fórmulas. Esto ha significado que si una planilla es encabezada por un hombre, en consecuencia el siguiente cargo, la sindicatura, quedará en manos de una mujer.

La gráfica nos presenta una idea muy clara de los cargos que han sido ocupados por hombres y mujeres desde la década de los años cincuenta hasta 2010. En la gráfica se observa una abrumadora mayoría de hombres ocupando la máxima titularidad de los gobiernos municipales, frente a una escasa presencia de las mujeres (ver gráfica).

Las circunstancias fueron parecidas en los dos trienios que van de 2011 a 2013 y de 2015 a 2016. Si bien es cierto que el mandato jurídico de la paridad a nivel municipal generó una presencia mayoritaria de mujeres en las sindicaturas, tal y como está redactada, fue el resultado de la presencia mayoritaria de hombres en las candidaturas para las presidencias municipales. En tal sentido, se ha planteado la necesidad de construir la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, esto es, la igualdad real, no sólo en términos jurídicos sino la igualdad en los ámbitos social y cultural. Para eso se necesita mucho más que cambios jurídicos, que son un primer paso pero no son suficientes. En materia electoral, se necesita establecer en la ley y en la práctica la paridad horizontal, es decir, el mandato de que sólo el 50 por ciento del cargo de presidente(a) municipal sea encabezado por uno de los sexos.

¿Qué ha pasado con las mujeres que llegaron mayoritariamente a cargos de elección popular?

Como ha sido documentado ampliamente por la prensa, las síndicas durante el trienio anterior fueron objeto de acoso y violencia política. Fueron emblemáticos los casos de Tlaxcala, Santa Ana Chiautempan, Santa Cruz Tlaxcala, Natívitas, Panotla, San Juan Huactzinco, Totolac, Zacatelco, Santa Ana Nopalucan, entre otros. La mayoría de los casos documentados fueron conflictos por el manejo de la cuenta pública y la administración del gobierno municipal. Conflictos en donde intervinieron diversos actores políticos como el titular del Órgano Superior de Fiscalización, quien confirmó en diversas ocasiones la falta de disposición de algunos presidentes municipales para dialogar con las síndicas.

Frente a lo anterior, en lugar de que se alzaran las voces reprobando el actuar de los presidentes municipales, hubo intentos de distribuir las funciones que vienen cumpliendo los y las síndicos en varios funcionarios. Una fracción parlamentaria hizo la propuesta, pero no tuvo éxito. Asimismo, se elaboró durante el proceso de reforma electoral otra propuesta para echar atrás la paridad para las elecciones municipales. Así las cosas, al parecer aún siguen existiendo resistencias para que las mujeres participen en términos de igualdad en los procesos electorales de la entidad y, por la tanto, tengan un acceso igualitario al poder político.

Lo anterior sucede porque muchos de los actores de los partidos políticos no están plenamente convencidos de la legitimidad de la paridad como una medida afirmativa o positiva de carácter transitorio para incorporar a las mujeres a los cargos de elección en términos de igualdad.

¿Cuál es la razón o las razones por las cuales las mujeres deben participar en igualdad como candidatas a cargos de elección? Se han esgrimido varios argumentos y aquí sólo señalaré algunos de los más relevantes. Las mujeres son más de la mitad de la población, más de la mitad del padrón electoral, más de la mitad de la lista nominal de electores y más de la mitad de la militancia de los partidos políticos. Al ser mayoría, resulta paradójico que esa presencia mayoritaria no se traduzca en cargos de elección popular. Además de ello, es importante la presencia de mujeres en los cargos de dirección porque esto constituye la base fundamental para que las mujeres se transformen en una masa crítica que aporte para la constitución de la agenda de las mujeres. Así lo ha demostrado la historia. Los términos y contenido de la agenda para resolver los problemas de las mujeres han sido fundamentalmente resultado del trabajo y las propuestas de las mismas mujeres.

La necesidad de impulsar una agenda con perspectiva de género

Es pertinente en esta época de elecciones reflexionar sobre la importancia de que los gobiernos municipales en general, y los encabezados por mujeres en general, sean promotores de la equidad de género. El municipio es el nivel de gobierno más cercano a la sociedad, y el nivel de gobierno al que acude la población para la solución de sus problemas más importantes y urgentes. Un municipio promotor de la equidad de género, según el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (Inafed) debería emprender las siguientes acciones: Contar con un programa de guarderías suficiente para las madres trabajadoras; realizar gestiones para el desarrollo de programas de capacitación para adultos(as) en el municipio; realizar programas de sensibilización de las instituciones y empresas en el municipio, con la finalidad de promover la igualdad de la contratación entre hombres y mujeres; realizar programas para la sensibilización de los hombres y mujeres sobre igualdad, antes del matrimonio civil; establecer programas suficientes para el crédito individual y colectivo para las mujeres; establecer programas de coordinación con la Secretaría de Educación Pública para la sensibilización y promoción en la educación de la equidad de género; realizar acciones para promover el empleo femenino en la administración municipal; establecer una instancia, presupuesto ejercido y dirigido a la atención integral y desarrollo de la mujer, en términos general, ser un municipio promotor de la igualdad de género.

Si bien es cierto que varios presidentes(as) municipales en la entidad han concursado y ganado proyectos para ser ejercidos en los municipios para promover la igualdad de género, los resultados de dichos proyectos han sido limitados, pues no se han traducido en políticas de transversalización de género a lo largo de los tres años de la administración municipal.

Para finalizar, es importante señalar que sería necesario un cambio de régimen para lograr la igualdad sustantiva de las mujeres. Un cambio que modificara las reglas formales e informales con las que funciona nuestro sistema político de carácter eminentemente patriarcal y autoritario. Pese a los quebrantos que el régimen actual genera a la ciudadanía, los cambios que a principios del siglo pasado se veían como imposibles, hoy son ahora una realidad. El cambio social no puede detenerse, la democratización del país se hará realidad algún día y en ese escenario, será posible –no cabe la menor duda– la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Luis Villoro, el padre del autor del epígrafe de estas líneas, señaló en uno de sus libros: “La gran revolución del siglo XX fue la revolución de las mujeres”. Añadimos a ello: “La gran revolución de las mujeres del siglo XXI será la igualdad sustantiva.”

*Académica del Ciisder–Universidad Autónoma de Tlaxcala, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, SNI–Conacyt, Nivel I.

Articulo publicado en:

"Mujeres gobernando municipios en Tlaxcala: una reflexión crítica"
Por María Magdalena Sam Bautista

La Jornada de Oriente 22-04-2016